lunes, 21 de julio de 2008

“El antropólogo y el periodista: dos razas de una misma especie”

Luego de leer el texto de Clifford Geertz, “El antropólogo como autor”, he decidido quedarme con algunas ideas, y repensarlas en el sentido relacional entre la tarea de etnógrafo y la tarea del periodista, o si se quiere sobre sus figuras.
Por empezar, es importante destacar una idea aclaratoria: la ilusión que la etnografía consiste en hacer encajar hechos extraños e irregulares en categorías familiares y ordenadas lleva tiempo siendo explotada.
Es sabido ya, que el análisis de la etnografía como escritura se ha visto obstaculizado por consideraciones varias, ninguna de ellas muy razonables.
La etnografía, se dice, se convierte en un mero juego de palabras, como puedan serlo la poesía o la novela. Exponer el modo de cómo se hace la cosa, equivale a sugerir, que se trata de puro ilusionismo.
Geertz sostenía el hecho de que los buenos textos antropológicos deben ser planos y faltos de toda pretensión. No deben invitar al atento examen crítico literario, ni merecerlo. Hecho que puede ser cierto si lo único que se pretende es el reflejo de un determinado hecho sobre una estipulada parte de la población. En este sentido radica una diferencia con la imagen del periodista: sus textos no son planos, si bien son informativos, también los son críticos y activos.
De hecho, parecería con esto que los antropólogos sólo deberían basarse en el desarrollo del carácter informativo y o descriptivo del texto.
Sin embargo, la habilidad del antropólogo para hacernos tomar en serio lo que dice, tiene menos que ver con su aspecto factual o su aire de elegancia conceptual, que con su capacidad para convencernos de que lo que dicen es resultado de haber podido penetrar otra forma de vida, de haber , de uno u otro modo, estado allí.
Y en la persuasión de que este milagro invisible ha ocurrido, es donde interviene la escritura.
El antropólogo esta mas del lado del género literario.
El antropólogo actúa como autor- escritor: siempre esta en el espacio del intelectual profesional capturado en el deseo de crear una gran estructura verbal, y el deseo de comunicar hechos e ideas, de mercadear información; coquetea continuamente entre un deseo y otro. Por esto mismo es que el discurso antropológico sigue siendo un discurso híbrido.
En el discurso, se repregunta continuamente hasta que punto y de que manera componerlo imaginativamente.
Y algo de todo esto hay también en la actividad de un periodista.
Así como el antropólogo, el periodista también debe investigar y plasmar el relato mediante la escritura en varios casos.
Si bien importa el nivel de conceptos que maneja, mucho mas importante es el nivel de persuasión que logra en los actores, al convencer sobre el “haber estado allí”.
Ambos trabajan en el ámbito de la información, y en el ámbito de lo literario. Es como si dos procesos estuviesen interrelacionados, observar, obtener información, inmiscuirme en el asunto, y luego plasmarlo, transmitirlo tal y cual fue. Claro que la tarea del etnógrafo será mas exigente, en tanto sus obras son escritos profundos sobre hechos de la realidad social a un nivel mas profundo y extenso.
Habría también que redefinir la idea del término “periodista”. No todos trabajan en investigaciones o temas profundos, la mayoría de las veces y mas que nada en la actualidad, no investigan sobre temas recónditos, sino que copian y se adaptan a formatos estandarizados.
Es muy triste que el periodista debiendo, por su carácter conceptual de origen, ser concordante con el aura de la actividad que lleva a cabo el etnógrafo, actualmente se bifurque cada vez más, y hasta a veces se vacíe de contenido, extendiéndose solo en su forma.
Habrá que redefinir la labor periodística en pos de un cambio sustancial y profundo.

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