martes, 16 de septiembre de 2008

"Todo es cuestión de humor"


“Operación ja ja”

“En francés se dice “claque”, como aplauso, pero en la Argentina muto en “clac”: así se llama a los reidores de televisión, profesionales de la carcajada que no sólo acompañan sino que otorgan verdadero sentido a los chistes en TV.”
De esta forma Carolina Raymundez comienza a introducir unas líneas de lo que será motivo de su crónica, “La operación ja ja". Una crónica sobre aquellas personas que trabajan “de reírse”, como dice ella: “… para dar verdadero sentido a los chistes en la televisión.”
Así Carolina, cual fiel crónica, nos ofrece una visión de este mundo que ante los ojos ajenos parecía desapercibida.
En una visita hacia los estudios de canal nueve, nos relata y logra inmiscuirnos en el jocoso clima laboral de éstos extraños pero tan necesarios trabajadores de la televisión.
Entre descripciones, información y testimonios, va transportando al lector dentro de este mundo que camina en la delgada línea roja de lo tragicómico. Este mundo que tanto se parece al de aquel clown que hace reír en los circos.
Personas que ríen para hacer reír, pero cuya vida, en la mayoría de los casos, nada tiene de cómico.
Personas que por un par de horas deben olvidar todo para esbozar su carcajada mas perfecta, simulando que todo es alegría en sus vidas.
En una acertada crónica, Carolina nos ilumina el mundo de los que están detrás, de los que están en la oscuridad, esperando día a día salir a la luz con un explosivo golpe de suerte, golpe que pocos tienen la alegría de experimentar.
Debo reconocer que a medida que fui abordando el relato de Raymundez no pude evitar sentir ese dejo de nostalgia y desazón que transmitía cada uno de los testimonios que se develaban en la narración.
Al escuchar cada historia me fui adentrando en el triste universo de aquellos payasos de un circo del que no son dueños, de aquellas personitas acostumbradas a reír por fuera y llorar por dentro.
Antes de leer esta crónica, me encontré varias veces preguntándome por el mundo de los reidores, un mundo oculto y desconocido, al que con suerte y en los últimos tiempos, algunos programas han dado un espacio de participación mayor.
Programas informales, programas indomables, programas que nos permiten en definitiva, ver varios de esos rostros ocultos.
Con el mundo del reidor sentí lo mismo que con el universo del payaso: ...que vive en otro mundo, que trabaja de jugar a divertirse... pero creo que justamente ahí esta la cuestión: “jugar a divertirse”... no divertirse realmente.
Mis ojos se entristecieron con cada testimonio: “Es como cualquier trabajo, estas ocho horas por día, recibiendo órdenes de cuando te tenés que reír y cuando callar.” Las emociones dirigidas.
¡Que feo! Reír sin ganas, reír por orden. Es como el trabajo de la prostituta que tiene sexo sin amor, sin placer, sin ganas.
Trabajar de reír, esperar en la oscuridad que algún día algún productor los vea y los saque del detrás. Estar siempre a la espera... riendo.
En una crónica que alterna entre descripciones acertadas, testimonios, transmisión de sensaciones e información, Carolina me permitió trasladarme varias veces, imaginar mundos, imaginar rostros, imaginar sueños, que siguen y seguirán detrás de las luces.
“Acá te olvidas de todo”.
“Me río como si me gustara, como si en verdad me divirtiera. No podría trabajar en otra cosa, este es mi mundo. Yo estoy rodando mi sueño, algún día voy a dar en el blanco.”
Algunas de las frases que esbozan en su testimonio los reidores. Personas, trabajadores, que como dice Raymundez, de alguna manera tienen su tajada en el show de la televisión.

sábado, 13 de septiembre de 2008

" Estación Central" (de Brasil)


“Estación central”: la historia de una mujer invadida por la soledad y un niño que tras la fatal perdida de su madre se enfrenta a los vestigios de esa misma circunstancia, la búsqueda de un padre al que jamás conoció, la incertidumbre y un sueño… el tener una familia, el pertenecer a alguien.
En este contexto se desarrolla la historia de estos dos personajes, un niño huérfano y una mujer solitaria que unen sus vidas casi por azar del destino y emprenden así un viaje hacia una nueva promesa.
Isadora trabaja en la estación central de Brasil, en un discreto puesto en el que escribe cartas para quien solicite sus servicios. Josué la conoce en ése lugar, justamente el mismo ámbito en el que se desarrolla la trágica y accidental muerte de su madre.
A partir de ese instante el niño queda solo, a la deriva, sin nadie a quien acudir, sin más rostro familiar que el de aquella mujer de la estación, mujer que por momentos odia, que por momentos aprecia… la mujer de las cartas.
Ella, ruda pero sensible, malhumorada pero benevolente sabe que es el único refugio para la soledad del niño, y éste, la única compañía para la de ella.
En un intento por sacarlo de la estación Isadora lo lleva a su hogar, en un intento por sacarlo de su hogar lo vende a traficantes de órganos, en un intento por sacarlo del trafico de órganos arriesga su vida y lo rescata. Ambos emprenden así un viaje, ella por huir de los traficantes, él por buscar a su padre. Ella por ayudarlo a encontrar a su familia, él por pertenecer a alguien.
Sin embargo algo se esconde detrás estas historias de azar y destino. ¿Pero que es lo que realmente los une en el camino?
¿Es acaso la soledad un sentimiento universal del que todo ser humano intenta escapar?
En cierto modo así parece ser. Un niño sólo necesita encontrar su lugar, sentir que pertenece a alguien o a algo, necesita aferrarse a alguien para aferrarse a la vida, para encontrar su “lei motive”.
Isadora no lo reconoce, pero también necesita de algo mas que de sus cartas, de su humilde departamento, y de su vida insatisfecha. Necesita de un amor, de un motivo. Porque en definitiva es el amor el que mueve al mundo, claro que si. Porque en definitiva todos necesitamos tener espectadores para sentirnos protagonistas de nuestra propia historia.
¿Será por eso que en su viaje intentan dejarse mutuamente en varias tentativas y no logran conseguirlo?
¿Será por eso que aunque discutan todo el tiempo nunca dejan de cuidarse?
¿Será por eso que llegar a quererse tanto?
¿Será por eso que el la quiere como un hijo y la protege como un padre?
¿Será por eso que ella lo protege como a un hijo y lo quiere como compañero de ruta?
En una relación entre personas tan diferentes entre si, con historias tan distintas, un punto los une en esa sideral desconexión, ese instinto que todo ser humano tiene, el instinto de amar, con todo lo que eso implica, el instinto de proteger, con todo lo que el termino incumbe.
Es por eso mismo, que mas allá de todo desencuentro y desenlace final, el fondo de ésta historia termina por demostrar que nadie puede ser tan duro como parece si esta cargado de buenas intenciones, y que no hay corazón tan rígido que no pueda ser traspasado con amor y confianza.
Si ésta es una historia de amor, azar o destino, si es una simple historia de vida mas, si es el fragmento de un simple viaje o el intento por mostrar la realidad de dos personas de la clase baja de Brasil, queda a juicio del espectador.
Lo que no se puede negar es que ésta simple pero profunda historia está cargada de sentimientos y emociones que todos los seres humanos somos capaces de experimentar.

lunes, 21 de julio de 2008

“El antropólogo y el periodista: dos razas de una misma especie”

Luego de leer el texto de Clifford Geertz, “El antropólogo como autor”, he decidido quedarme con algunas ideas, y repensarlas en el sentido relacional entre la tarea de etnógrafo y la tarea del periodista, o si se quiere sobre sus figuras.
Por empezar, es importante destacar una idea aclaratoria: la ilusión que la etnografía consiste en hacer encajar hechos extraños e irregulares en categorías familiares y ordenadas lleva tiempo siendo explotada.
Es sabido ya, que el análisis de la etnografía como escritura se ha visto obstaculizado por consideraciones varias, ninguna de ellas muy razonables.
La etnografía, se dice, se convierte en un mero juego de palabras, como puedan serlo la poesía o la novela. Exponer el modo de cómo se hace la cosa, equivale a sugerir, que se trata de puro ilusionismo.
Geertz sostenía el hecho de que los buenos textos antropológicos deben ser planos y faltos de toda pretensión. No deben invitar al atento examen crítico literario, ni merecerlo. Hecho que puede ser cierto si lo único que se pretende es el reflejo de un determinado hecho sobre una estipulada parte de la población. En este sentido radica una diferencia con la imagen del periodista: sus textos no son planos, si bien son informativos, también los son críticos y activos.
De hecho, parecería con esto que los antropólogos sólo deberían basarse en el desarrollo del carácter informativo y o descriptivo del texto.
Sin embargo, la habilidad del antropólogo para hacernos tomar en serio lo que dice, tiene menos que ver con su aspecto factual o su aire de elegancia conceptual, que con su capacidad para convencernos de que lo que dicen es resultado de haber podido penetrar otra forma de vida, de haber , de uno u otro modo, estado allí.
Y en la persuasión de que este milagro invisible ha ocurrido, es donde interviene la escritura.
El antropólogo esta mas del lado del género literario.
El antropólogo actúa como autor- escritor: siempre esta en el espacio del intelectual profesional capturado en el deseo de crear una gran estructura verbal, y el deseo de comunicar hechos e ideas, de mercadear información; coquetea continuamente entre un deseo y otro. Por esto mismo es que el discurso antropológico sigue siendo un discurso híbrido.
En el discurso, se repregunta continuamente hasta que punto y de que manera componerlo imaginativamente.
Y algo de todo esto hay también en la actividad de un periodista.
Así como el antropólogo, el periodista también debe investigar y plasmar el relato mediante la escritura en varios casos.
Si bien importa el nivel de conceptos que maneja, mucho mas importante es el nivel de persuasión que logra en los actores, al convencer sobre el “haber estado allí”.
Ambos trabajan en el ámbito de la información, y en el ámbito de lo literario. Es como si dos procesos estuviesen interrelacionados, observar, obtener información, inmiscuirme en el asunto, y luego plasmarlo, transmitirlo tal y cual fue. Claro que la tarea del etnógrafo será mas exigente, en tanto sus obras son escritos profundos sobre hechos de la realidad social a un nivel mas profundo y extenso.
Habría también que redefinir la idea del término “periodista”. No todos trabajan en investigaciones o temas profundos, la mayoría de las veces y mas que nada en la actualidad, no investigan sobre temas recónditos, sino que copian y se adaptan a formatos estandarizados.
Es muy triste que el periodista debiendo, por su carácter conceptual de origen, ser concordante con el aura de la actividad que lleva a cabo el etnógrafo, actualmente se bifurque cada vez más, y hasta a veces se vacíe de contenido, extendiéndose solo en su forma.
Habrá que redefinir la labor periodística en pos de un cambio sustancial y profundo.
“El interior”

Leer a Caparrós es como ir de acompañante en su viaje: uno siente que nos está hablando en el mismo momento en que esos pensamientos que se le vienen a la cabeza.
Uno siente que va haciendo el viaje con él. Quizá sea por esa forma de hablar directa y sin tapujos que tiene, o por esa traducción fiel del léxico de los pueblerinos con los que se encontraba en su relato. Sea por lo que fuere es imposible que no resulte familiar leerlo.
Al leerlo pensé en cuantos de mis viajes relaté interna o externamente de la misma forma. Es claro que cuando contamos algún hecho a alguien lo traducimos tal cual, con el tono y todo.
Me encontré con un texto riquísimo que no solo tenía una fiel trascripción del relato de sus vivencias en los distintos recorridos que hizo en busca de la tarefa en Misiones, sino que también daba cuenta de mucha información producto de una investigación previa.
Caparrós describe, refleja, relaciona las cosas, los hechos como lo hacemos todos cuando volvemos de un viaje.
Ese tono irónico, del que todos saboreamos.
Creo que es una mirada típica de los argentinos, un tanto irónica y burlona, un tanto crítica y orgullosa.
Hay mucho para decir de este rico texto, pero sería redundar en elogios, ya que personalmente me hechizo. Me identificó. Me sumergió. Hizo que en cada viaje en tren, en subte, en auto, o a pie observe todo como si luego hubiese un relato posterior por elaborar.
Una ultima idea me interesa destacar respecto del reflejo de la realidad social que el representa en todo su relato: “...El beneficio siempre es para Brasil, en cuanto a interés cultural, salarios, etc... Son desiguales condiciones, el país te echa...”, diría en algún momento una maestra del pueblo alegando que en Brasil recibe el doble de sueldo que en esa provincia”. Esto quizá sea porque ella tiene una formación distinta, tiene estudio, quien aspira a un poco mas se va.
En contrapuesta, aquellos más ignorantes, los que trabajan de la tierra dirán que la comida nunca falta, que el que pasa hambre es porque quiere, y que la tierra les da todo lo que necesitan.
Unificándolo todo esta el fútbol: en el fútbol la patria si esta clara, somos argentinos dirá un niño con tonada brasileña...
Para pensarlo...
“Aunque todo me recuerde a Walsh”

“Vinieron de lejos con sus tractores y sus canciones”
“Nueve años mas tarde enfrentan la secular desgracia del campesino japonés: no era ésta la tierra prometida”
A modo de hipótesis, Rodolfo Walsh anticipa el resultado o mejor dicho una suerte de síntesis de las tantas historias recopiladas en testimonios, con las que se encontró en el viaje que realizó junto a su compañero Pablo Alonso, a una colonia japonesa ubicada en misiones.
Repito: “una colonia japonesa ubicada en misiones”. Si señor, si señora, aunque suene a trabalenguas. A mi me suena gracioso escribirlo. Me remonta a un número de clown que vi una vez en una suerte de teatro callejero donde se presentaba a “giudita”: la única jirafa italiana, nacida en Marruecos y traída en una cajita desde Australia.
Una suerte de realidad ilógica, que en principio causa gracia, pero que en el caso de esta colonia, despierta tristeza.
En el relato, Rodolfo empieza contando el final de su viaje. Exactamente, ya el regreso del mismo a través de ésta tierra que tan bien los recibió. Y lo hace como si ya se supiese de que habla cuando esboza sus frases personalizadas, lo hace con el orgullo de quien se sabe conocedor de algo que los demás ignoran: “...me sonrío con la seriedad del niño Sinichi...”, “... y sé sin duda posible que está nombrando a yukie...”
¿Pero quién es Yukie? ¿Y Sinichi?
Personajes que uno supone, fueron significativos en su estadía en la tierra colorada, pero que recién uno confirma al terminar de leer el relato.
Yo lo leí hace aproximadamente un mes.
Mi primer sensación al leerlo fue pensar o compadecerme por esta historia, pero no fue una compasión real, sino esa que se tiene por una triste historia ficcional.
Recién un tiempo después y a medida que pasaron los días fui cayendo en la idea de que lamentablemente las líneas leídas no eran ficción sino el fiel reflejo de una triste realidad, realidad tan cercana y tan lejana a la vez para mi.
Casualmente hace una semana estuve en una convención de supermercadismo chino, y la cabeza no me paró de trabajar.
Sé claramente que China no es Japón, pero no puede evitar la relación entre estas dos culturas y pensar en el texto de Walsh.
A diferencia de las historias de japoneses narradas por el periodista, a éstos se los veía felices, arraigados por su cultura, disfrutando de shows de tango, ganando viajes a china…
Estaban en su mundo, en plena avenida Libertador, consumiendo sus comidas típicas. Eso si era la “pequeña China” dentro de Buenos Aires, recreado especialmente para ellos.
¿Será que el gobierno chino es distinto del japonés?
Los vi representando con orgullo sus pequeñas empresas y reivindicando los derechos por los precios bajos de los supermercados.
Tenían sueños, un lugar y quienes los escuchen. Mas de doscientas empresas nacionales y multinacionales, reunidas para celebrar su convención.
Un niño chino jugaba tenis virtual frente a un plasma, y una decena mas esperaba detrás su turno. Seguramente sinichi hubiese querido esperar entre ellos, pensé.
Adolescentes pasaban vistiendo sus elegantes kimonos, hablando en su idioma; éramos nosotros quienes parecíamos los extranjeros en ese teatro armado para ellos.
Glamour, lujo, inevitablemente recapacité sobre aquellas familias japonesas con sus sueños postergados, ahí en Misiones. Viviendo de la cosecha, o mejor dicho sobreviviendo. Manteniendo a pura esperanza su cultura mediante vestimenta o cantos tradicionales, rogando por la cosecha, pidiendo por un futuro, esperando que se cumpla ya desesperanzadamente el sueño prometido.
Me salí del pensamiento cuando una pequeña china, me pidió lápiz y papel para dibujar y reí cuando comprobé que me había dejado un mensaje en chino pretendiendo una respuesta, y yo claro, no entendía nada.
Salí del evento y los vi subirse a sus flamantes camionetas, regrese a mi casa y antes de subir a la autopista pase por el barrio chino de flores.
No sé que relación hay en todo esto y tampoco quiero caer en una suerte de crónica de dicho evento, pero todo lo que presencie ahí me hizo asociar hechos al texto de walsh, y pensar inevitablemente en el contraste de las dos realidades: la que había visto y la otra, la colonia abandonada a su suerte, la de aquella gente que vino llena de cosas y se fue despojando hasta de su honor.
Sueños que nacieron en la ilusión y murieron en el desarraigo y la pobreza, la necesidad y la angustia. Gente que se desprendió de su país, de su tierra y sus costumbres, para ir detrás de una promesa que sólo los hizo seguir desprendiéndose mas y más de sus cosas.
Es como si testimonio tras testimonio walsh nos hubiese expresado, gritado a sordas voces que a esta gente “les hicieron el cuento del tío”.
Mala información, mala elección en los cultivos a cosechar, una constante en cada uno de los relatos japoneses. El resultado: un pueblo que subsiste en la pobreza y con sueños de volver a su país, o a cualquier otro lugar más promisorio para su futuro.
Estas familias están hace años y sus sueños agotados lo están también.
“Aquí pocos amigos”, “...con yute hacer piola, con piola ahorcar...”, resignado humor de almas en pena.
Están también, en su minoría, los recién llegados, un año apenas en esa tierra, tiempo poco suficiente como para que mantengan sus esperanzas aún intactas. Sin embargo el sentimiento es colectivo, y esos son, desgraciadamente, tan sólo casos aislados.
Es ya al final de su relato cuando Walsh nos regala algunos fragmentos de canciones que se “desgranan en la tarde acompañadas por mágicas danzas”, tal como lo citara él.
“En las sombras iniciales de la noche flotan con punzante ironía las palabras extrañas que agradecen a la tierra la buena cosecha. Porque eso, también, parece ahora una leyenda”, concluye.
Sin mas que agregar y con el inhalado aire de compasión que respira el lector a través de estas palabras, dejo aquí mi pensamiento por un pueblo que pudo ser pero no fue, por un sueño que pudo haberse nutrido y sin embargo se incendió en las llamas del desarraigo, la pobreza y la desilusión, acaba ésta historia.
Un pueblo que apenas subsiste perdido en algún punto, un pueblo que viste kimonos en la tierra roja.

" Tinieblas"



Todo parecía demasiado macabro esa noche.
Nos habíamos aventurado hacia lo alto de la montaña, en un respirar frío que no parecía querer ser cómplice de nuestra presencia en esa oscuridad.
El paso apresurado, las manos temblorosas y las miradas cansadas eran protagonistas de una jornada que no había presentado promesas ilusorias. Las distancias se acrecentaban y las sombras parecían reinar en el artificio de su juego.
Habíamos comenzado a escalar esas montañas hacia ya varias horas, deteniéndonos en los refugios solo a descansar nuestros cansados huesos, a suspirar nuestros desánimos, a recobrar el aliento. Cada hora adentrada en la noche era mas profunda.
El viento soplaba descomunalmente, y la lluvia incesante caía sobre nuestros cuerpos hasta el punto de provocar dolor.
Los pasos, por si acaso despacio, intentaban afianzar el rumbo, buscar certezas.
De repente lo inesperado, lo indeseado… la oscuridad inminente, pisadas en falso, caída, dolor.
-¿Qué pasó?-, intenté preguntarme con las pocas fuerzas que sentí que quedaban en mi cuerpo, ansiando entender lo incomprensible.
-¿Qué me sucedió?-, me repetí una y otra vez, tratando de mover inútilmente mi cuerpo.
-¿Y si no muriese? ¿Y si quedara por siempre atrapada en ese instante de sufrimiento? Sin nadie que me busque, sin nadie que me encuentre.
De repente comprendí que ya era demasiado tarde, la noche había entrado y desplegado sus tinieblas, pero no era la misma noche. Ya no…
Tan sólo era un último suspiro.

jueves, 15 de mayo de 2008

Los días de humo en canción... inevitable.

Artista: La Vela Puerca
Album: A Contraluz
Canción: Zafar

Soy de la cuidad con todo lo que ves
Con su ruido, con su gente, consume vejez
Y no puedo evitar, el humo que entra hoy
Pero igual sigo creciendo, soy otro carbón
No voy a imaginar, la pena en los demás
Compro aire y si es puro, pago mucho más
No voy a tolerar, que ya no tengan fe
Que se bajen los brazos, que no haya lucidez.

Me voy, volando por ahí
Y estoy, convencido de ir
Me voy, silbando y sin rencor
Y estoy, zafando del olor.

Me encontré con la gente, que sabe valorar
Que de turista en la capital, han sabido vagar/Y no ha encarado al fin la cruda realidad
De respirar hollín, de llorar alquitrán
Y empiezo a envejecer, sudando mi verdad
Criado pa´ toser, con mucha variedad
Y adonde ir a para, cargando con mi olor
Deberíamos andar desnudos pa´ sentirnos mejor.

Me voy, volando por ahí
Y estoy, convencido de ir
Me voy, silbando y sin rencor
Y estoy, zafando del olor.

"Un día para esfumarme"

Independientemente del hecho de que vivo sumergida en mi propia nube de humo, de realidades indescifrables y nitideces abstractas, ese día la nebulosa era distinta, el aire era distinto.
Les digo que vivo en mi propia nube porque como les voy a contar seguidamente, ese día me levanté entre sueño y desorientación (como acostumbro), y al mirar por la ventana de mi habitación pensé que el frío había llegado muy pronto y que iba a doler ese rocío matutino típico del comienzo de otoño.
Me abrigué por demás: “pollera, bufanda y tapadito incluido”, un combo perfecto para un día de invierno; y así, después de un desayuno al paso, me fui al trabajo.
Cuadra tras cuadra me iba dando cuenta de lo desacertada de mi elección: el calor empezaba a sofocarme, tanto y más que el aire viciado.
Caí entonces en la realidad. La experiencia y las noticias en la radio me alertaban acerca de lo potenciadamente distraída y tonta (por ser sutil con la opinión que tuve de mi misma en ese momento) que puedo llegar a ser cuando el sueño todavía esta latente en mi cabeza.
El día me acompañó entonces con un insoportable calor impensado, el aire enviciado y muchos transeúntes con las caras cubiertas con lo primero que encontraban a su paso.
El microcentro era una suerte de medio oriente: la gente con sus caras tapadas y sólo las miradas al descubierto.
Llegué a la oficina y después de soportar comentarios y chistes recurrentes sobre el humo, mi vestimenta y la mar en coche tuve que ir varias veces a lavarme la cara y manos, porque la sensación de suciedad y tierra era insoportable. Horrible sensación la de “respirar hollín y llorar alquitrán”.
¿Se iría alguna vez ese humo?
Tema recurrente, comentarios de todo tipo, subtes cancelados, estado de alerta y emergencia. No había persona que no hiciera acotaciones al respecto.
Molesta y cansada, ese día mas que el humo de la ciudad me ahogaron los tantos comentarios de la gente.
Y entonces fui yo la que deseo hacerse humo.

lunes, 5 de mayo de 2008

Citas sobre viajes: reflexiones y algo mas IIII

“Viajar para contarlo: el temor de que ya no pueda viajar sin la excusa de un relato futuro. Ese relato como amenaza que obliga a una intensidad de la mirada, que me obliga a mirar lo que no miraría. Y la sospecha de que cualquier viaje sin esa amenaza sería de una levedad insoportable. Que no tendría sentidos”.
Martín Caparrós, Larga distancia.



Estas palabras de Caparrós me hacen brotar una idea: en muchos de los viajes que realizamos subyace la idea del relato posterior.
Creo que es algo que surge naturalmente del simple hecho de querer compartir con los seres queridos o los allegados cuando se vive algo novedoso, extraordinario.
De naturaleza propia, todo viaje encierra una anécdota, una particularidad, una belleza, una tristeza, porque se sale del lugar común.
Cuando viajamos, nos vamos y dejamos a todo nuestro entorno, nuestra gente, los protagonistas y compañeros de nuestra vida. Quizá y con algo de suerte, podamos realizar el viaje con algunos de ellos, pero claro está que nunca será con todos.
Por eso creo particularmente que existe en cada viaje la necesidad de grabar cada detalle, cada sensación que luego querremos transmitir.
Cuando el viajero conlleva la idea del relato en su recorrido, la mirada se agudiza en un intento de grabar todo cual lo captaría un video, hasta el mas mínimo detalle para que al transmitir el relato, éstos puedan dar cuenta de las sensaciones, sentimientos y todo complemento necesario para que el espectador perciba lo mismo que él sintió en esa situación.
El viajante que persigue la idea del relato posterior, siempre tenderá a la atención de los más mínimos pormenores para la reproducción fiel del hecho.
La cuestión está en saber discernir el límite de esa abstracción, para evitar que tanta atención a los detalles y características de la anécdota lo excluyan también a él del mismo relato, y se transforme en un espectador más.
Evitar que el estado de suspenso que conlleva la construcción del relato se interponga en la vivencia de esa experiencia.

Citas sobre viajes: reflexiones y algo mas III

“Pero, entendámonos bien: viajar, si, hay que viajar, pero sobre todo no hacer turismo. Esas agencias que cuadriculan la tierra, que la dividen en recorridos, estadías, en clubes cuidadosamente preservados de toda proximidad social abusiva, que ha hecho de la naturaleza del producto, así como otros quisieran hacer un producto de la literatura y del arte, son las primeras responsable de la ficcionalización del mundo, de su desrrealización aparente; en realidad son las responsables de convertir a unos en espectadores y a otros en espectáculos. Quienes se equivocan de papel, como es sabido, se ven prontamente estigmatizados y si es posible se los envía de vuelta en charteres a sus lugares de origen”.
“El mundo existe todavía en su diversidad. Pero esa diversidad poco tiene que ver con el calidoscopio ilusorio del turismo. Tal vez una de nuestras tareas mas urgentes sea volver a aprender a viajar, en todo caso, a las regiones mas cercanas a nosotros, a fin de aprender nuevamente a ver”
Marc Augé, El viaje imposible: el turismo y sus imágenes.


Es verdad, lo he hablado una y mil veces con los tantos viajeros con que me he ido encontrando en el camino: viajar no es hacer turismo.
El turismo solo delimita y restringe el conocimiento de un lugar, se plantea la mayoría de veces como una carrera en la que el turista debe recorrer “x” lugares en “x” período de tiempo, en “sumar puntos”.
Y todo se reduce a una simple lista que contiene el enunciado de la cantidad de lugares que se visitaron, del record.
¿Pero cuanto en realidad le quedó al turista de aquel viaje?
Viajar, amigos, es muy distinto. Viajar es trasladarse (como lo indica el término) de un lugar a otro, trasladarse en cuerpo y alma. Estar en ese lugar con la mente y el espíritu, y con todos nuestros sentidos. Estar dispuesto a conocer el ambiente, el clima, la gente, sus costumbres, aprender de sus lunfardos, de sus necesidades y de sus ocios. Convivir con el lugar, no sólo pasar y observarlo como si fuese una obra de teatro armada para nosotros.
Viajar es detenerse en los lugares, en las grandes pequeñeces, ver la esencia, saber realmente dónde estamos, para que al recordarlo no se nos asocie sólo un nombre con una imagen vacía, sino una aroma, una comida, una palabra, aquel viejo camino empedrado, el silencio de una tarde gris.
Viajar es mucho mas que hacer turismo, viajar es trasladarse con el corazón.

Citas sobre viajes: reflexiones y algo mas II

“…y aquel fue un momento inequívoco en mi vida, el mas extraño momento de todos, en el que no sabía quién era yo mismo: estaba lejos de casa, obsesionado, cansado por el viaje, en la habitación de un hotel barato, que nunca había visto antes, oyendo los siseos del vapor afuera, y el crujir de la vieja madera del hotel, y pisadas en el piso de arriba, y todos los ruidos tristes posibles, y miraba hacia el techo lleno de grietas y auténticamente no supe quien era yo durante unos quince extraños segundos. No estaba asustado; simplemente era otra persona, un extraño, y mi vida entera era una vida fantasmal, la vida de un fantasma. Estaba a medio camino atravesando América, entre la línea divisoria entre el Este de mi juventud y el Oeste de mi futuro, y quizás por esto sucedía aquello allí y entonces, aquel extraño atardecer rojo”.
Jack Kerouac, En el camino


Al leer la siguiente cita es inevitable la aparición de una primera idea: vivimos asociados a lugares, “somos” según el lugar en que nos movemos o nos encontramos en ese instante. Cada uno de esos lugares nos marca el modo en que nos tenemos que comportar y el rol que jugamos; es como si todo estuviera perfectamente planificado y cada uno tuviese su papel en la obra.
Sin embargo me pregunto: ¿que pasa cuando estamos en un lugar desconocido, en un lugar en el que no habíamos estado nunca antes, poco familiar para nosotros? ¿Qué pasa ahí con nuestra identidad, con nuestro rol, con lo que somos solo a partir de nosotros mismos y no en relación con el lugar y los otros?
¿Qué pasa cuando salimos del lugar común y nos encontramos no sólo con que desconocemos el territorio, sino con que nos desconocemos también a nosotros mismos?
Cuando no sabemos quien podemos llegar a ser en ese lugar, o quien podemos llegar a ser para los otros.
Y se me representa entonces, de solo imaginarlo, una sensación de desesperación, un instante que es casi como un destello en el que pareciéramos salirnos de la “matrix” y encontrarnos ante otra realidad, ante un perfecto desconocido, ante nosotros mismos. Como si nos desasociáramos de la asociación en la que vivimos sumergidos, si es que lo hacemos.
Y he aquí otra pregunta: ¿cual es la realidad?
No logro discernir si será la de uno mismo desorientado en un cuarto desconocido, temeroso a los ruidos extraños, víctima de ese instante, o la de aquel extraño que nos mira desde afuera en total desconexión con la persona. El alma mirando al cuerpo extraño.
¿Qué pasa cuando sentimos algo así? ¿Es un haz de luz que nos permite quizá por única vez en la vida ver la realidad, o es el engaño de nuestros ojos ante el temor del cambio?
Creo que todo depende del punto de vista en que se lo mire.

Citas sobre viajes: reflexiones y algo mas

“No figura en ningún mapa; los lugares verdaderos nunca están”.
Herman Melville, Moby Dick

¿Hay mapas acaso que nos indiquen un lugar verdaderamente?
Es verdad que en ellos vemos regiones, figuras, contornos, delimitaciones, pero: ¿Qué hay entonces de los lugares verdaderos, de aquellos que se presentan como verdaderos ante nuestros ojos?
Y hablo de lugares verdaderos refiriendo a aquellos que nosotros sentimos como tales, aquellos lugares que se transforman en verdad ante nuestros ojos.Aquellos lugares a los que jamás hubiésemos llegado guiados por un mapa, simplemente porque no es ahí donde están.
Son lugares a los que llegamos guiados por nuestros propios deseos, nuestras propias experiencias, por nuestra propia vida, o en todo caso guiado por nuestro mapa interno.
Esos lugares que encontramos casi sin buscar, que se nos ofrecen antes nuestra vista casi sin pretender ser descubiertos, aquellos que dejan de ser un simple punto en la región y se transforman en verdad para nosotros.
Creo ilusoriamente inclusive, que nunca figuren, porque es cada uno el que debe encontrarlos.
De algo estoy segura, nunca pero nunca van a ser aquellos que se no indiquen en el mapa, y no todos seguramente lleguemos a encontrarlos, pero también estoy segura que debe valer la pena el simple hecho de intentarlo.

"Entrando en un mundo de película"




Participar del Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI) es una experiencia distinta y novedosa, cualquiera que haya asistido al mismo puede dar cuenta del hecho.
Este festival comenzó a llevarse a cabo hace ya diez años, y desde ese entonces las cifras de asistencia total aumentan notablemente: en 2005 reunió a 184.500 personas, en 2006 se llegó a 234.200 asistentes y el año pasado en 2007, concurrieron 260.700 espectadores.
El festival compone diversas expresiones culturales y reúne a directores consagrados así como también a nuevos talentos.Tiene una extensa categoría de películas que incluye premieres mundiales, estrenos argentinos y latinoamericanos. Es el evento más grande y célebre para el cine independiente en América Latina.
En mi caso ésta fue la primera vez que asistí al mismo.
Mentiría si dijese que no me sentí vislumbrada por entrometerme en éste "mundo aparte", que conlleva toda una serie de rituales y fanatismo para los tantos cinéfilos que sorprendentemente encontré en la ciudad de Buenos Aires.

Desde el momento en que fui a buscar las entradas para dos de las películas del festival, me vi abrumada por la cantidad de gente y el gran movimiento que giraba en torno al mismo. Ambas proyecciones las presencié en las salas del Abasto Shopping.
Les cuento que ante mi ignorancia sobre muchos de los directores que se presentaban con sus proyecciones, la elección que hice sobre las películas a presenciar fue netamente al azar, como quién pretende dejarse sorprender por las creaciones de tantos talentosos.
Por contar con poco tiempo sólo pude asistir a dos presentaciones, entonces opté por una producción nacional y una internacional. Les comento que fue una experiencia más sorprendente que la otra.
Mi primer encuentro se produjo con la película "One way street on a turntable" (Calle de sentido único en una bandeja), un documental de la directora Anson Mak que nos permite entrometernos en la ciudad de Hong Kong y aprender un poco sobre las particularidades de la vida en esta urbe. Anson Mak, inspirada en la obra de Benjamin (como lo indica el titulo), nos permite recrear un viaje a través de su ciudad natal.
El documental lleva al espectador hacia un recorrido por Hong Kong, de manera que uno va caminando sus calles y observando sus costumbres , guiadas por un relato que acompaña durante casi todo el film. Uno puede entrometerse en las concurridas tiendas, sobrevolar por las profundas aguas y ser testigo de la agitada vida de los ciudadanos en su cotidianeidad. El camino por el mercado, el puerto, o las montañas son una constante en el film así como también los viajes en subterráneo.
Uno presencia el documental como si fuese un testigo oculto que espía el “día a día” de los tantos ciudadanos, como si husmeara en sus vidas detrás de la ventana de un hotel, arriba de un auto o desde la terraza de un edificio. Constantemente el dialogo esta relacionado con la descripción de las costumbres de los trabajadores y habitantes de la ciudad, alternando solo cuando se detienen a dar concepciones sobre el movimiento y el arraigo, de los cuales intenta plantear distintas nociones.
Apenas iniciada la función me sentí abrumada por la multiplicidad de voces que relataban el film: las frases se empezaban y terminaban con variedad de locutores que, por momentos se encontraban generando un tormentoso relato a dúo, acompañado también por la división de imágenes en la pantalla. Un ritmo muy veloz y cambiante al que me costó acostumbrarme pero al que, una vez familiarizada, logré naturalizar.
El film va transitando a distintas velocidades, por esto, como espectador uno puede pasar de presenciar velocidad de imágenes y alto volumen de sonido hasta la más completa calma, silencio y lentitud de escenas.
Afortunadamente pude sumarme al juego y ritmo del film, y encontrarlo finalmente muy entretenido; hecho que sin embargo no todos los espectadores pudieron hacer ya que hubo desertores en la función que fueron abandonando su lugar lo largo de la proyección.
Salí de verla con una sensación confortable.
Una producción diferente de cine al que generalmente no acostumbro a acudir.
Al día siguiente me esperaría una nueva historia: "Cordero de Dios", una producción nacional que resultaría mucho mas familiar.

lunes, 21 de abril de 2008

"Tu que quitas el pecado del mundo..."


El segundo día de asistencia al BAFICI me encontró mas relajada y familiarizada con el ambiente. Afortunadamente llegué con anticipación, hecho que me permitió acceder a una buena ubicación en la sala, puesto que a diferencia del día anterior era notoria la cantidad de gente que iba a presenciar la presentación de "Cordero de Dios", el film de Lucía Cedrón.

En un principio me sorprendió mucho la cantidad de gente y el despliegue de seguridad con la que me iba topando a medida que accedía lentamente hacia los distintos niveles del edificio que nos conducían a la sala.

Cuando ingresé al auditorio por supuesto, el enigma se resolvió: era la última noche de proyección de producciones argentinas, y a la vez el pre-estreno de ésta película. Tanto la directora, productores, como los actores del film se encontraban en la sala mirando con nosotros el estreno.

Al finalizar la proyección, los espectadores tendríamos la posibilidad de hablar con los protagonistas, emitir opiniones y disiparnos inquietudes.

Cabe mencionar, que este día fue totalmente diferente al anterior: el ánimo tranquilo e intelectual del sábado contrastaba con el revuelo de ese domingo. El público era distinto, se respiraba "cholulismo" y muchas expectativas a diferencia de la serenidad del día anterior (debo reconocer que yo también estaba emocionada).

Para mi pesar, en la butaca de al lado moraba una cinéfila de unos setenta años que - me comentó- había sacado entrada para cuarenta y dos de las películas del festival, y que no escatimó en hacerme comentarios durante la proyección. De todas formas el hecho tomado con humor no me resultó tan drástico, si al fin y al cabo yo estaba experimentando.

El film, mucho mas familiar, me resultó atrapante tanto en su relato como en su estética, hubo inclusive varios recursos de imagen que me hicieron estremecer.

El hecho particular de contar con el relato de la directora y los actores sobre como fue la realización del film logro una cercanía con la historia , y la posibilidad - que no todos tenemos al terminar de ver una película- de disiparnos las dudas y coincidir en las interpretaciones de la misma.

Graciosamente no faltaron ansiosos preguntando por una segunda parte, comentarios entre otros, que provocarían la risa de lo protagonistas.

De pura "suerte de principiante", viví una experiencia novedosa y maravillosa para mi. Una manera distinta de ver el cine argentino.
Nota: Lucía Cedrón . Nació en Buenos Aires en 1974, hija del cineasta Jorge Cedrón (1942-1980). Creció y se educó en París. Es historiadora e investigadora. Su corto En ausencia (2002), recibió un Oso de Plata en Berlín. Cordero de Dios es su debut en el largometraje.

lunes, 14 de abril de 2008

Viajar conmigo misma



Un viaje muy significativo para mi fue aquel que realicé hacia la ciudad de Carmen de Patagones hace tan sólo unos meses. Breve viaje, cinco días apenas, marcaron un hecho particular en mi vida puesto que debí aventurarme sola por esas rutas.

El mismo surgió a través de una posibilidad en el trabajo de contactar unos clientes en esta región, junto con la idea de un viaje totalmente diferente en lo particular.

Recorrer las rutas, los paisajes, adentrarme en las montañas, y transitar por distintos pueblos, con frecuencia fueron hechos sumamente placenteros para mi, siempre y cuando me aventurase a los mismos acompañada por amigos o personas que lograsen mantener ese efecto ilusorio de familiaridad que uno parece querer encontrar cuando está lejos.

Llegué en los primeros minutos de un día que recién despertaba, sin mapas ni noción de las distancias, con horas de ocio como preámbulo de reuniones tardías que importunaban esa calma. Llegué cargada de rutinas porteñas, de ansias por encontrar contratiempos, de pasos acelerados y la agitación del eco de la ciudad.

Me encontré en cambio con un aire de ensueño que invitaba a recorrer en lugar de caminar, a mirar en lugar de ver, a conversar en lugar de emitir palabras.

Viajé así, y viajaron lejos mis malos modales " rutinizados", mis desganas de cordialidad, y me encontré con el pueblo, con su gente, sus costumbres, me encontré también conmigo, con mis mañas y virtudes. Y eso me agradó, me agradó mucho.

Simpleza, tradición, un sol cálido y aguas calmas, elementos que hicieron que la estadía raramente y al fin de cuentas resultase mas que familiar, y que me sienta verdaderamente a gusto de haber viajado " conmigo misma".

lunes, 7 de abril de 2008

Escaleras al cielo

No se si han observado ustedes a los grandes escaladores que emergen a diario de los túneles subterráneos de la "Buenos Aires porteña".
De variados gustos si los hay, es como si quisieran contarnos " de qué van" animosamente en su día:
Los unos se dejan llevar, un sólo paso y que la mecánica haga el resto...poco esfuerzo en los tiempos modernos. Los otros, se obstinan paso a paso sin detenerse, no miran, no piensan; solo se aseguran de estar dando el paso firme y continuo que los llevará hacia el rumbo elegido.
Terceros no olvidar, que lejos de la tecnología y mas cerca del " escalón por escalón" transforman su ascenso en una gran meditación: de paso cansado por si acaso, se toman hasta el tiempo del ocaso, para completar su tarea y subir esa escalera.
No se si lo han observado ustedes, yo si. Mientras tanto, voy bajando...